¿Fin de la historia y además fin de la música?

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Como es de todos bien sabido, Francis Fukuyama anunció el fatídico final de la historia, en donde gana amplio terreno el deseo del reconocimiento humano y el liberalismo económico en su sentido más conservador. Dicho marco conceptual impacta significativamente en la música, inmersa en la tecnología y en la mundialización de las empresas transnacionales.

Asimismo, algunos han hablado también del final de la música debido al auge que tienen los dispositivos electrónicos y las descargas electrónicas que generan afirmaciones tales como la extinción de los discos físicos y hasta de archivos; lo que queda en el rescoldo es prácticamente la era que se está viviendo, es decir, el momento de la información, o dicho de otro modo, la música se está convirtiendo en un simple acceso informativo de la red.

De esta forma, se fomenta el uso indebido en internet, donde cada vez son más frecuentes, y cada vez menos controlables, las descargas ilegales que están destruyendo en diversas partes del mundo el mercado físico de la industria. Paralelamente, el consumidor decide realizar este tipo de movimientos debido a la poca apreciación cultural en el sector. Verbigracia, si el usuario valorara al arte musical de forma sólida, tal vez comprendería el significado de dicha acción.

Concluyo que ambos elementos: la música y la globalización no son compatibles, mientras el arte es algo abstracto e intocable como el amor mismo, el capitalismo describe al mundo entero como una gran mercancía. Para ello, es necesario separarles en cada uno de sus sectores para que la música siga existiendo, atenuando los sufrimientos e invocando a la felicidad del ser humano, es decir, es necesario promoverle desde los centros educativos con su estricto valor artístico y cultural.