La fiesta de AC-DC

En épocas de crisis, la música puede ser una válvula de escape a las frustraciones de nuestra vida diaria. Y una de las mejores formas de evasión musical es el rock. En sus múltiples variante y con AC-DC como uno de sus reyes indiscutibles. Nos visitan estos días presentando su gira Rock or Bust. Ver a unos tío hechos y derechos disfrazados de adolescentes o colegiales pero fabricando riffs de guitarra a diestro y siniestro sonaría a burla en cualquiera. Con ellos, es garantía de fiesta y caña.

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Todo en ellos es grande. Y las dimensiones de la gira también lo son. Dos fechas en Madrid, estadio Vicente Calderón, y otra en Barcelona. 160.000 entradas en total que se vendieron en menos de 24 horas. Las 55.000 entradas de la primera cita se vendieron en apenas hora y media. Al igual que muchos otros países. El tirón del grupo sigue siendo enorme porque le dan justo lo que quieren oír. Aunque presentan nuevo disco, la excusa perfecta para salir de gira, los fans escucharán todos sus temas clásicos que es justo para lo que acuden. Sonarán, por supuesto, Highway to hell, Thunderstruck y todos sus himnos. Una invitación a la fiesta y a pasarlo bien. Para entenderlo mejor, no harán perder el tiempo como U2 tocando gran parte de los últimos mediocres discos relegando los mejores por una especie de miedo al que dirán. Si tienes unas canciones redondas, las tocas independientemente de que se hayan compuesto hace años y tengas otras más nuevas.

Es una de las maneras de entender la música de Angus Young. Dar a sus fans lo que quieren escuchar. Un éxito asegurado basado en la fidelidad de sus adeptos más que fans. Pero el tiempo no pasa en balde sobre todo si llevas casi 40 años en el negocio de la música. El guía del grupo, el guitarrista Malcolm Young, abandonó el grupo recientemente al detectársele demencia senil. Lo sustituye su sobrino Steve quedando todo en familia. El batería Phil Rudd se vio envuelto en un turbio asunto de posesión de drogas y una supuesta contratación de sicarios para cometer un asesinato. Lo normal para cualquiera. Más leyenda para una de las bandas de rock más grandes del mundo.

El nuevo disco es más de los mismo. Pero si la repetición es al son del camino marcado por el grandioso Back in Black de 1980 no puede ser algo malo. Al contrario. Un album que venía para quedarse. Y para provocar. No podía ser de otra forma con letras como: «Satanás, pago mis deudas tocando en una banda de rock«. La muerte del primer cantante, Bon Scott, por congestión alcohólica venía a poner de manifiesto un gusto por lo fúnebre de una banda a la que muchos temían. Los tomaban por satánicos de verdad y muchos padres prohibían a sus hijos escuchar sus discos. Como si se intentara poner puertas al campo.

Back in black ha vendido a lo largo de su historia más de 50 millones de discos situándose en el segundo puesto de los discos más vendidos. Solo superado por el Thriller de Michael Jackson. Si los Rolling Stones son apodados Majestades Satánicas y a sus conciertos todos los vips pierden la cabeza por ir y dejarse ver, tampoco puede ser algo tan malo.